jueves, 24 de junio de 2010

JOAQUIN COSTA (Monzón, 1846-1911)
El niño y el árbol

El año que os nace un niño plantad
una tierra de árboles:
castaños, almendros, olivos, perales
o melocotoneros, etc.
El niño cumple cinco años
y lo enviáis a la escuela;
pues aquel mismo día ya los frutales
y los almendros os dan la cosecha;
el niño va al Instituto, y los castaños
os dan una cosecha de madera,
y los olivos una de aceite,
y las encinas una de trufas;
le matriculáis en la Universidad
a los quince años,
y el encinar os da su primera cosecha
de bellotas,
y el palmeral de dátiles.
Sale de la Universidad a los veinte años;
aún no puede la sociedad confiarle
ningún cargo público,
aún es menor de edad,
aún necesita tutor,
y ya los frutales,
que han fructificado trece o catorce años,
están viejos,
y podéis plantarlos por segunda vez;
ya los olivos están en plena producción,
ya las palmeras, los naranjos,
los almendros, las encinas están cansados
de producir y de enriquecerse
y de trabajar
en el campo para vuestro hijo,
que está educándose en la escuela,
en el Instituto o en la Universidad.
Cuando vosotros dais un hijo útil
a la sociedad,
los árboles os han dado ya los suyos
años y años...
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lunes, 21 de junio de 2010

JOSÉ SARAMAGO - Entrevista

Despedida del abuelo de José Saramago, abrazando sus árboles

Transcripción de la entrevista de Juan Ramón Lucas

JRLucas: Cuando su abuelo... esto a mi me parece una imagen literaria espléndida, no sé si es verdad, pero cuentan las crónicas que cuando su abuelo supo que iba a morir, se despidió de los árboles de su finca abrazándolos uno a uno.
JSaramago: De su pequeño huerto

JRL: De su pequeño huerto, pero... ¿es cierto?.
JS: Sí, es cierto

JRL: ¿Qué o quién abrazará usted cuando llegue el momento, si es que ha pensado en ello alguna vez?
JS: Mire, yo... Hay que saber dónde uno va a morir. Si me muero en Lanzarote, tengo, nosotros tenemos un jardín donde hay unos cuantos árboles pero yo no me veo levantándome de la cama, suponiendo que estoy en las últimas, levantarme para ir y repetir lo que ha hecho mi abuelo, porque repetirlo sería insultar su memoria. Lo que él ha hecho... era un hombre analfabeto, que vivió toda su vida siendo pastor de los cerdos que tenía, que vendía, que compraba, de las marranas... que en ese momento, cuando lo íbamos a llevar en el coche, en un coche a la estación de tren, le pasa esa idea de dirigirse al huerto, y abrazar a los árboles, porque se veía que no volvería, y además abrazarlos llorando.

JRL: A mi me parece delicioso.
JS: Esto no se repite, y esto si yo tuviera un blasón, pues tendría... mandaría poner en ese blasón un hombre abrazado a un tronco de un árbol, porque es de tal forma, puede pensar que ha salido de una imaginación literaria extraordinaria para inventar algo como esto.

JRL: Es verdad
JS: Pues no es cierto, ocurrió, ocurrió, y a mi realmente me da una especie de oscuridad profunda, como si yo hubiera hecho eso, que hombre podría a ver sido, esto se puede preguntar, y quizás yo haya hecho de alguna forma lo que podría ser suyo, que el premio Nobel no fuera mío, que fuera de él, ¿por qué no? Si la vida hubiera sido diferente, distinta, el novelista sería él, e iría a Estocolmo a recoger el premio, y yo, ahora, tendría tanto orgullo en ser el nieto de un premio Nobel como el que tengo de ser el hombre que cuando iba a morir se despidió de sus árboles llorando.
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viernes, 18 de junio de 2010

ANTONIO GALA (Ciudad Real, 1936-2023)
Olivares de Mancha Real

Sencillo e intrincado,
con su tesoro a cuestas
el olivar cavila.
En él no son precisos
ni rosas ni claveles:
sólo estar, siglo a siglo,
serenamente en pie.

Cuanto miramos desde arriba es nuestro,
porque nos mira y somos suyos.
Cae el cielo, y tú me amas,
y el olivar nos ama a ti y a mí.

La tormenta muy pronto
restallará sus látigos. ¿Qué importa?:
ya no sueño dormido ni despierto,
ya te tengo entre olivos.
Mi patria sois; me extinguiré en vosotros
para que empiece todo una vez más.


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lunes, 14 de junio de 2010

AL CIPRÉS
Fernando Jiménez


En el cuadrante limpio del claustro solitario
eres tú la varilla que marcas el horario
del tiempo desgranado a ritmo de rosario
con música de fondo de viejo antifonario.

Aunque eres menos viejo de lo que cree la gente
de pensar tantas horas se marcan en tu frente
las arrugas del monje cantor y penitente
con los pies en el suelo, pero del suelo ausente.

Yo no creo que crezcas para mirar afuera
la baraúnda loca de ciega tolvanera.
Tú te vas alargando en tu vigilia austera
en busca de ese cielo que tu cabeza espera.

Hoy –sólo de momento– con verso berceano
me despido de ti con añorar de hermano
abrazando tu tronco y ofreciendo mi mano.
Tú mi mejor recuerdo de mi andar de un verano.

31-8-1959

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jueves, 10 de junio de 2010

AMY LEVY (G. Bretaña, 1861-1889) 
In the black forest


I lay beneath the pine trees,
And looked aloft, where, through
The dusky, clustered tree-tops,
Gleamed rent, gay rifts of blue.

I shut my eyes, and a fancy
Fluttered my sense around:
"I lie here dead and buried,
And this is churchyard ground.

"I am at rest for ever;
Ended the stress and strife."
Straight I fell to and sorrowed
For the pitiful past life.

Right wronged, and knowledge wasted;
Wise labour spurned for ease;
The sloth and the sin and the failure;
Did I grow sad for these?

They had made me sad so often;
Not now they made me sad;
My heart was full of sorrow
For joy it never had
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EN EL BOSQUE NEGRO
Amy Levi (1861-1889)

Me acosté debajo de los pinos,
Miré hacia arriba, hacia el verde
Oscuro, en la copa de los árboles,
Brillo sombrío que marca el paso del azul.

Cerré los ojos, y un increíble
Sentido fluyó sin criterio:
Aquí yazgo muerta y enterrada,
Y este es un cementerio.

Estoy en un reposo eterno,
Han terminado todos los conflictos.

Caí recta y sentí los lamentos
Por mi pequeña vida pasada.

Derecho injusto y labor perdida,
Sabio conocimiento despreciado;
La pereza y el fracaso y el pecado,
¿Yo fui triste por esto?

Me han puesto triste a menudo;
Ya nunca más asaltan mi pudor,
Mi corazón estaba lleno de dolor
Por la alegría que nunca tuvo.
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lunes, 7 de junio de 2010

Frases y árboles (7)

"Comido el tejo, engendra grandísima frialdad en el cuerpo, causa grande angustia de anhélito y es veneno para hacernos una idea que pronto despacha"  Laguna


"El tejo conserva aún, inconscientemente, aquel sentido protector o de refugio de los lares de la familia". 
Enciclopedia Asturiana


"Quizás ha llegado el momento de hablar de los escudos. Su impronta significaba: "¡detente marqués!", "¡alto abad!, esta casa es hidalga", "no pecha", "no sirve a nadie", (...) . Un escudo se aumenta o se reconstruye, pero el solar, no. Por eso la antigüedad de una hidalguía se medía por la vejez de los árboles del solar y el mayor castigo a un hidalgo era cortarle los árboles solariegos. 
Manuel Gutiérrez Aragón, "Cantabria, El laberinto de los montes" Viajar nº 22


Las casas señoriales solían tener a su lado un tejo, cipreses o una palmera, como puede verse en Mondoñedo o en zonas rurales. Era la bandera o distintivo de los señores. 
Párroco de San Justo de Cabarcos, Lugo



El tejo crece donde se le deja, y evidentemente su principal enemigo son los enredos humanos. 
Ignacio Abella

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jueves, 3 de junio de 2010

AMÉLIE NOTHOMB (Bélgica, 1966)
Ni de Eva, ni de Adán

(…) Abandoné el pueblo en dirección al vacío. El sendero ascendía afablemente por la nieve, y enseguida constaté, con una estúpida alegría de sultán, que estaba virgen. Aquel sábado por la mañana, nadie me había precedido en aquel repecho. Hasta los dos mil metros de altura, el paseo fue una delicia.
      El bosque de coníferas y árboles frondosos se detuvo bruscamente para señalarme la presencia de un cielo cargado de advertencias a las que yo no atendí. Ante mí se desplegaba uno de los paisajes más hermosos del mundo: sobre una larga ladera en forma de falda acampanada, un bosque de bambú bajo la nieve. El silencio me devolvió, intacto, mi grito de éxtasis.
Siempre he sentido un desaforado amor por el bambú, esa criatura híbrida que los japoneses no clasifican ni como árbol ni como planta y que combina una delicada flexibilidad con la elegancia de su abundancia. En mis recuerdos, sin embargo, el bambú jamás había alcanzado el singular esplendor de aquel bosque nevado. Pese a su finura, cada silueta presentaba su propia carga de nieve y su cabellera almidonada de blancura, a la manera de jovencitas convocadas prematuramente para realizar alguna misión sagrada.
      Crucé el bosque como quien recorre otro mundo. La exaltación había sustituido el sentimiento de duración, ignoro durante cuánto tiempo me vi absorbida por el ascenso de aquella ladera.
      Al llegar, divisé, trescientos metros más arriba, la cima del Kumotori Yama. (...)

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